sábado, 17 de noviembre de 2012

VICTORIA MORAN, NOTA DE JULIO NUDLER

 CANTEMOS VICTORIA

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Nota de JULIO NUDLER, publicada en PAGINA 12
RADAR 28 de julio de 2002
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Es heredera de la tradición gardeliana y los cantores criollos. Cantó con Luis Cardei y es admiradora de Nelly Omar. Lleva tiempo sobre el escenario y, aunque tiene dos CD grabados, difunde su música a pulmón. Con apenas 24 años, Victoria Morán es una de las cantantes más notables de una saludable corriente que intenta recuperar un repertorio alejado del tango más difundido.


Tiene 24 años y es una cantora nacional en estado puro, incontaminado. Su acento no muestra huella alguna del pop ni del blues. No retuerce el castellano para que parezca inglés. 


Su repertorio suma tangos de época, de variado sabor, desde “La maleva” a “Trenzas”, valses y aires camperos, tal como fue normal hasta entrados los años 30, cuando Buenos Aires y la campaña se interpenetraban, fundiéndose en las orillas. 

Victoria Morán, guiada por el vigente ejemplo de Nelly Omar, integra así una corriente recuperadora de “lo nuestro”, cuyo máximo exponente varonil es Alfredo Sáez, pero que también incluye a voces como las de Javier Domínguez o Alejandro Guyot, con “34 puñaladas”. 

Como corresponde, Victoria canta normalmente con guitarras, como las que sabían secundar a Gardel o a Corsini. Guitarras robustas, firmes y sentenciosas. Y ella coloca por delante la extraña vibración de su voz gangosa, que dice sin remilgos ni desbordes, con esa sabiduría adquirida en la audición de los grandes de ayer.

Este cronista la descubrió un día como parte de una gran sorpresa, en la exhumación de “Danza maligna”, un tango de enorme fuerza y entrañablemente kitsch con música del pianista Fernando Randle y letra de Carlos Attwell Ocantos, juez de instrucción que vivió entre 1887 y 1942, y que es más conocido por el seudónimo de Carlos Frollo, con el que firmó, entre otros, su tango más célebre, “Sólo se quiere una vez”. 

De “Danza maligna” hay una conmovedora versión, grabada por Azucena Maizani en 1930 (sello Brunswick), cuando también registró otro cautivante tango de los mismos autores, “El pendantif”.
 

“Danza maligna” fue el eje en torno del cual giraba todo un espectáculo de música y danza que concibió Fabián Luca, con la dirección musical del pianista Andrés Linetzky, conduciendo el conjunto Vale Tango. 
Luca decidió que Victoria era la voz que necesitaba una noche en que la oyó en Foro Gandhi. 

Todo aquello se volcó en un disco donde Victoria sobresale cantando también “Recuerdo malevo”, “Milonga que peina canas” y “El trovador”. 

Pero hay otro CD, Aquellas cartas (que toma el nombre de ese poco recordado tango que Victoria encuentra “romántico e inocente”), en el que la acompañan las cinco guitarras que encabeza Carlos Juárez, las mismas que secundan a Nelly Omar, y ocasionalmente Antonio Pisano, quien fue bandoneonista de Luis Cardei. Este compacto se inicia con “La maleva”, ese delicioso tango de Buglione y Pardo, que también grabó de modo magnífico César Consi, como para entretenerse comparando. 

Pero que hable Victoria:
La gardeliana: “Me formé escuchando –informa–. Sobre todo a Gardel, y a partir de él a todos los cantores gardelianos: Charlo, Edmundo Rivero, Hugo del Carril, Nelly Omar... La línea de cantores criollos, de cantores con guitarras. 


En casa se escuchó folklore toda la vida”.
Tango y después: “A través de Nelly entré a ese género de valsecitos criollos, milongas... Ahí me enteré de que, además de tangos, los cantores hacían estilos, cifras, cuecas... No había un límite tan firme entre la ciudad y el campo... Incluso había tangos camperos. Después comencé a descubrir otras intérpretes, como Rosita Quiroga”.


Gracias, Dolina: “Desde chica escucho a Alejandro Dolina, y fue en sus programas que descubrí a Nelly Omar. Así, cuando tenía 15 años fui a verla cantar y me enamoré de ella, de sus cinco guitarras. Con sus 90 años, Nelly está entera, con toda su voz, toda su lucidez”.


Los maestros cantores: “Hice en una época un taller de vocalización. Mi profesora me cambió el registro, me lo subió, pero no me preparó para cantar tango sino melódico. Por tanto, no puedo considerar que ella haya sido parte de mi formación como cantante de tango. Mis únicos maestros fueron los cantores que escuché”.


Villa España: “Me formé de oído. Mi viejo es guitarrero y cantor, aficionado pero muy bueno. Sólo le haría falta un sponsor para ser profesional, pero no tiene constancia. Todos en mi familia cantan y tocan algún instrumento. Me crié en un lugar donde cada fin de semana había peña y guitarreada con amigos. Eso queda en Villa España, Berazategui. Y se mantiene, igual que siempre, guitarreando entre el asado y el mate”.


Cambio de ambiente: “Cuando elijo temas para mis recitales trato de intercalar tangos románticos con tangos criollos, algún valsecito criollo con otro más serenatero, una milonga campera con otra más porteña... Soy obsesiva con la idea de ir alternando para conseguir un buen equilibrio. No por agradar a todos, sino porque me gusta ir cambiando de ambiente”.


Guitarras sin enchufe: “Orestes Zguros, técnico de grabación, buscó un sonido diferente al que comúnmente se utiliza en los discos de tango. Tomó el sonido ambiental de las cinco guitarras que me acompañan... No están por línea, no tienen un enchufe. Se siente así el ir y venir de la mano por las cuerdas”.


Abuela andaluza: “Me llamo Natalia Jaime. Victoria era el nombre de mi abuela materna, hija de andaluces (a cuya memoria compuso un preciso vals, incluido en el CD). Ella fue muy determinante en mi vocación. En casa era todo folklore. No había ni un cassette de Gardel. De tango yo apenas conocía algo de Héctor Varela, de Jorge Falcón. Pero en casa de mi abuelo El Ñato y mi abuela Victoria, en Del Carril, partido de Saladillo, donde pasaba mis vacaciones, fui conociendo tangos y valsecitos que ella me enseñaba (“El aeroplano”, “Córdoba”, “Amor y celos”) y yo sacaba bajo la parra en un teclado que llevaba conmigo. Victoria cantaba muy lindo, mientras hacía sus tareas. Le gustaban también los foxtrots, las rancheras, los pasodobles. Murió cuando yo tenía diecisiete años. Mi carrera se inició un año más tarde. A ella le hubiera gustado verme en esto”.


Concurso sin premio: “Recién cumplidos los 18 fui a anotarme en un concurso, en Artigas y César Díaz. Me enteré porque Dolina leyó la gacetilla. Era en un salón llamado La casita de mis viejos. Organizaba Vicente Damiani. Se cantaba los viernes. La primera vez que canté me invitaron a volver al día siguiente, en la noche del sábado, para actuar junto a los grandes, entre los cuales estaba Luisito Cardei. Finalmente gané el concurso, que tenía como premio la grabación de un CD y ocho meses de contrato con la casa. Pero el compacto nunca se grabó y canté seis meses gratis, sin llegar a firmar ningún contrato. Todos me hablaban del derecho de piso, y yo era una polla para esas cosas. Cuando ahora me lo cruzo a Damiani, me dice: ‘¿Cómo estás, piba? ¿seguís cantando?’ Sí, sigo cantando, le contesto”.


La revelación del tango: “Ahí empecé a ser conocida por mi nombre artístico. Damiani, en los avisos en los diarios, me ponía ‘Victoria Morán, la revelación del tango’. Me encantaba eso. Me iba de Villa España en tren a Constitución, y de ahí me tomaba un colectivo hasta el salón. Con los tacos, pintada... Llegaba cansadísima, acompañada por mi viejo, que había vuelto de trabajar, y a veces también por mi hermana, que se dormía en el colectivo. Mi recital empezaba a la una. Me seducía ese mundo, los aplausos, la gente que se acercaba... Y siempre me encantó el detrás-de-escena, ensayar temas con los guitarristas. Llegaba allí sin saber qué cosa cantaría. Entonces le preguntaba a Saadi, que fue guitarrista de Zitarrosa, y a Olivera si conocían el estilo tal o la milonga cual. Esos son músicos de avería, capaces de seguirte para donde vayas. Con ellos estrené ‘Tabaco’, sin saber ni siquiera en qué tono lo hacía. Tendría que volver a verlos, pero...”


Escuchando a Luisito: “Cuando se acababa la noche y se apagaban las luces, nos quedábamos con Cardei y con (el bandoneonista) Antonito Pisano, los guitarristas, mi viejo... Ahí yo me daba el gusto de cantar lo que quisiera, y de escucharlo a Luisito... Él me invitó a cantar en Gandhi, porque cada jueves invitaba a una mujer. Ahí conocí a Cristina Pérsico, aLidia Borda, a Nelly Prince, a Cristina Banegas. Luis también me llevó al Paseo La Plaza. Adonde podía, me llevaba. Así me fui dando cuenta de que eso podía dejar de ser un juego y empezar a ser una entrada. Pero está todo tan difícil. En Gandhi canté tres meses, pero el último lo tuvimos que costear nosotros. El sonido, los tres guitarristas... No lo podíamos seguir solventando. El público venía, pero terminaron siendo siempre los mismos, así que había que avanzar hacia otro lado”.


Sin aparato: “No me puse como objetivo llegar a ser, a determinada edad, cantante de tango. Cantar es para mí algo natural. Pero lograr difusión se vuelve muy difícil porque no tenemos ningún aparato publicitario detrás. Nosotros mismos nos movemos por las radios, por Internet, pero es muy cansador, sobre todo siendo nosotros de la zona sur”.


Berazategui, la culta: “Canté durante tres años para la Secretaría de Cultura de Berazategui, que dirige Ariel López y organiza festivales de tango en el Centro Cultural Rigolleau, con lleno total de más de 400 personas. Berazategui también acaba de crear la Casa del Tango. Ofrecen muchas cosas y siempre gratis. De hecho, estoy por recibirme de soguera y talabartera”.


Maldito Soldán: “Un montón de cosas las aprendí simplemente de escucharlas. Las tomé de mis viejos y de aquellos cantores. Es lo único que escucho. No me da el oído para otra clase de tango, para el que viene del 60 para acá, el tango de ‘Grandes Valores’, de Silvio Soldán, ese que todos los miércoles veía mi familia a las nueve de la noche por Canal 9. Esos acabaron con el tango, lo aniquilaron”.


Viva lo liso: “Alfredo Sáez me gusta mucho. Todo debería ser así, sencillo, liso. Si lo que uno quiere es escuchar algo agradable, alguien que no busque el impacto, el éxito fácil. No como lo que hacen esos cantores que, como no tienen voz, recurren al cuerpo, se mueven, se agitan con el micrófono, se les hinchan las venas. Esos cantores me agotan. ¡Y los tangos que cantan! Y por qué con el alma en pedazos / me abrazo a tus brazos... ¡Horribles!”


Sueño de juventud: “A la gente le gusta mucho lo que canto. Pero de todas formas creo que el público no puede marcar el camino de un artista. No pienso cantar ningún tema porque le guste a todo el mundo. No me importa que todos pidan un tema, con esos famosos rankings donde todo pasa por el número, la estadística. Así, todos terminan cantando los mismos tangos. Eso no me gusta como oyente y tampoco como cantante. ‘Malena’ será un tango bellísimo, pero ya lo grabaron demasiados. O ‘Los mareados’, o ‘Como dos extraños’, o ‘Uno’. A Discépolo lo admiro, pero no grabaría ninguna obra suya más que la zamba ‘Noche de abril’, o quizá ‘Sueño de juventud’, o ese que le escribió a Tania... ‘Secreto’, aunque también ya está medio trajinado”.
Discépolo diferente: “Las letras de Discépolo también sentí que decían cosas diferentes de las que yo había escuchado hasta entonces. Me gustó su poesía”.


No contaminen: “Los nuevos autores contribuyeron al quiebre del género, con tangos que hablaban de la tecnología, de las minas de hoy. Sólo faltó que le dedicaran un tango a la licuadora. Escribieron letras demasiado modernas en su temática. Alguien incluso inventó uno sobre el nuevo milenio, y otro sobre los cacerolazos. ¡No lo puedo creer! Tal vez al no haber malevos ni burdeles, la consigna fue cantarle al Buenos Aires de hoy. Pero el tango es de otra época. No busca que lo recreen. ¿Por qué recrear algo tan bien logrado? Al tango no hay que contaminarlo”.
Estrenos viejos: “De los tangos nuevos conozco muy poco, pero lo que conozco no me gusta. Prefiero ‘estrenar’ temas viejos, que casi nadie conoce, como ‘Aquellas cartas’. Tenían mucha frescura. Se escribían para ser cantados al día siguiente. Acepto las letras actuales, siempre que no sean futuristas”.


Cartón lleno: “Estoy ensayando para cantar el 20 de agosto en el bingo Golden Jack de Quilmes. Como primera guitarra me acompaña Julián Hermida, de 21 años. Como segunda, Nicolás Pacheco, que tiene 18, y como tercera Omar Medina, que tiene 68”. 


De Pesoa a Larrea: “Estuve en el programa de Pesoa. Quique me dio una mano grandísima, me llevó a cantar en las esquinas de los cafés cuando transmitía desde allí. También me difunden mucho Jorge Dorio, Ricardo Horvarth, Dolina, Larrea, Víctor Hugo”.


Victoria Morán se largó en el ‘96. Desde entonces cantó en todo el circuito imaginable, del Complejo La Plaza al Tortoni, del Teatro Presidente Alvear al Roma de Avellaneda. 


Pero su CD independiente no está en las disquerías (a excepción de la Gandhi), y sería ingenuo preguntar por qué ni la televisión ni las radios masivas se interesan por ella ni por otros como ella. 
Esos artistas que representan la empecinada supervivencia de la valiosa canción popular que surgió de otra Argentina, y que quizá pueda ayudar hoy a encontrarle un sentido a este país. 



Julio Nudler, Página 12, Radar, 2002.
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