nacía el guitarrista uruguayo MARIO PARDO.
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Por SALVADOR ARANCIO
con aportes de Norberto Chab y Néstor
Pinsón
publicada en la página webb TODOTANGO.
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GUITARRISTA, CANTOR, COMPOSITOR
2 de noviembre de 1897 – 29 de agosto de 1986
Nombre completo: Mario Alberto Pardo
Nació en Cerro
Largo, República Oriental del Uruguay y murió en Burzaco, Provincia de Buenos
Aires.
En su tiempo fue
reconocido como uno de los mayores talentos de la guitarra y, seguramente, el
mejor concertista que dio el Río de la Plata. Sin embargo, no tuvo la
repercusión popular que debía acompañarlo. Es posible que le interesara, por su
formación, mucho más el hecho musical y, más adelante, los derechos de autor,
que codearse con la gloria. Además estuvo consustanciado con la vida de campo
que se ajustaba mejor a su carácter.
«Nací en ese
pueblo de casualidad. Mis padres habían viajado para comprar hacienda y se
apuró la cigüeña. De allí pasamos a Carmelo, el pueblo de mi simpatía y de mi
cariño. Carmelo tiene su encanto, su historia romántica. Allí con el paso del
tiempo fundé conservatorios y fui inspector de bandas militares.»
Cuando llegó a
Buenos Aires con sus padres, lo mandaron a la casona Williams, en San Telmo,
donde se alojaban todos los alumnos que venían del interior. Aquí cursó el
primario, el secundario, además de estudiar música.
En el
conservatorio permaneció hasta los 17 años. En las vacaciones iba a visitar a
sus familiares al campo. Más precisamente, a la estación Pardo donde su papá
tenía grandes extensiones de tierra. Allí conoció, según sus propias palabras
«a gente brava, como el “Matón Cabrera”, “El Zurdo”, y también al guitarrista
Banegas, que era de La Plata. Estos eran varios hermanos. Tenían un carácter
tan amistoso que cuando no tenían con quien pelear se tiraban algunos
cuchillazos entre ellos».
En la casona
frecuentó a grandes maestros de la música. Se recibió de maestro en composición
y armonía. «Como un hermano de mi madre vivía en Nápoles, pude viajar a Europa
e ingresé en el conservatorio San Pietro Omaiello, el más célebre del mundo en
aquel tiempo. Allí, con gran decepción me inscribieron en séptimo año,
faltándome tres años más para poder recibirme. Claro que me enojé al principio.
Pero luego me di cuenta que era muy justiciero, por que de lo que ellos me
pedían no sabía nada».
«El maestro
Pierángelo, entonces, me dio uno de los consejos más valiosos, con una
reflexión muy lógica. Me dijo: “Mirá, Italia tiene 2000 mil años de cultura y
la Argentina sólo 100. Fíjate que hay mucha diferencia. Bastante has hecho tú,
no te preocupes que serás un maestro bárbaro”. Yo estaba desanimado porque creí
que lo sabía todo y no era así.
«Yo no tocaba
ningún instrumento en particular y todos, como ser el cello, la flauta, el
piano, la mandolina y, naturalmente, el órgano, el padre de los instrumentos.
También estudié dirección y banda».
La ilusión de
Mario, como la de otros amigos era tocar en el Teatro Colón. Y ese sueño se
cumplió el 4 de noviembre de 1934, cuando entró al Colón con cien guitarras.
Una noche inolvidable. «Preparé pacientemente el conjunto, presenté un
repertorio con valses vieneses, obras de Korsakov, y después lo mío: “La
Tropilla” y esas cosas camperas. Fue la noche más grande de mi carrera».
Ya con Carlos
Gardel, los dos trabajando para Max Glücksmann, le propusieron a Ignacio
Corsini, que actuaba en un circo con su mujer, ir a esa empresa para hacer
discos y salas teatrales y así, ganar 1.300 pesos por noche. Una barbaridad
comparado con lo que él ganaba.
A Glücksmann lo
conoció en un recital suyo de música clásica en el salón “La Argentina”. Un
amigo se lo presentó y le dijo: “¡Che, Ruso, ¿querés escuchar música de tu
país?”, “Bueno —respondió el empresario—,¿De qué pianista se trata?” No podía
creer que fuera un guitarrista. Apostó una cena para todos los muchachos, a que
no podía hacer Korsakov en guitarra. De más está decir que la pagó».
A Gardel y a José
Razzano los escuchó por primera vez en el Armenonville, esa misma noche del
concierto. Llegaron con Glücksmann y otros amigos. Él también cantó y alguien
de los presentes lo elogió: “¡Qué gola tiene ese hombre”. “No querido
—respondí— gola no, tengo una voz como cualquier otro. Lo que ha pasado es que
los tanos me han sacado la voz para afuera”. Aludía a sus estudios en Italia.
A la salida, el
empresario le propuso trabajar con él y Pardo aceptó. Firmó contrato a
comienzos del año 1917.
«Le requerí sobre
autores para hacer un repertorio. Me respondió que había pocos, Salinas,
Villoldo. Yo le hablé de Chopin, Beethoven. “¡Ahhh! —replicó— usted se refiere
a los clásicos. Señor Pardo, eso no interesa. Si usted insiste con lo que está
haciendo se va a morir de hambre. Aquí no hay público para eso”. Lo llamé a la
reflexión, yo venía de estudiar en Italia, era considerado como el primer
guitarrista de Latinoamérica. “Está equivocado —respondió— usted los va a
cautivar, además ya contraté a esos muchachitos que cantaron antes que usted”.
Mientras decía esto puso veinte mil pesos a mi alcance. Esto es un adelanto por
cinco años de exclusividad. En ese momento acabó Mario Pardo, el de los sueños
del Teatro Colón».
Pardo compuso
alrededor de 450 títulos, algunos son las “pavadas”, como supo decir una vez,
pero que le rendían unas liquidaciones monetarias muy importantes.
Asimismo, fue
asesor musical de Glücksmann y actuó en todas las radio desde 1921, a excepción
de Radio Belgrano. Fue asesor artístico de las emisoras Prieto y Argentina. Su
amigo Eduardo Arolas le dedicó “La guitarrita”. Llevó al disco unos 150 temas
de variados ritmos. Desde “La cumparsita”, en dos versiones, una con canto y la
otra instrumental, hasta “Cantando bajo la lluvia”. También puso letras a temas
instrumentales, por ejemplo “Sans Souci”, cambiándole el título por “Cuando la
suerte se inclina”.
En una ocasión
Gardel le dijo que le gustaría tocar la guitarra como él, y Pardo le contestó:
“Y a mí me gustaría cantar como vos lo hacés”.
fuente: TODOTANGO.
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MARIO PARDO: PURO CUENTO
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RAUL MALDONADO: LA TROPILLA
La tropilla
Triunfo
Música: Mario Pardo
Letra: Santiago Rocca
La tropilla que monto
de "reservados",
son de un pelo y tordillos
como mis años.
Y la yegua madrina
más renegrida,
que las penas que mi alma
lleva escondidas.
Las espuelas que yo uso
pa' mis floreos,
malambeando reluce
mis zapateos.
Sus rodajas ya no hincan
porque yo pienso,
es cobarde el que hiere
los indefensos.
Y los bastos que pongo
de cabecera,
cavilando me tienen
la noche entera.
Hasta que me sorprende
la madrugada,
abrazao de quien llamo
mi peor es nada.
A mi rancho le falta,
y esto no es broma,
una china que sea
muy querendona.
Porque es triste vivir,
como quien dice,
sin tener una prenda
que lo acaricie.
RAUL MALDONADO: LA TROPILLA
MIGUEL ACEVES MEJIA: LA TROPILLA
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