Uno de los últimos directores con sello de autor, conjugó
arte con popularidad: su "Nazareno Cruz y el lobo" llevó a más de 3
millones de personas a los cines. También abrazó la música popular, con piezas
como "Fuiste mía un verano". Conoció la pobreza de primera mano y fue
un pasional peronista.
05.11.2012 | Por Guillermo dos Santos Coelho
CLARIN.COM
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Uno de los más grandes cineastas de la Argentina se fue este
mediodía. Leonardo Favio, aquejado desde hacía años por graves problemas de
salud, murió hoy a los 74 años. Estaba internado desde hacía varios días y
falleció acompañado por familiares y amigos.
Sus restos son velados desde las 20 en el Salón de los Pasos
Perdidos del Congreso de la Nación. El ingreso de quienes asistan a la
ceremonia se realiza por la puerta de la Avenida Rivadavia.
Cineasta por sobre todas las cosas, aunque en el imaginario
popular su faceta de cantante cobra peso, Favio había nacido en mayo de 1938 en
la ciudad mendocina de Luján de Cuyo. En su documento figuraba el nombre de
Fuad Jorge Jury.
Su padre abandonó el hogar cuando era muy chico y su madre,
la escritora y locutora Manuela Olivera, le dio ímpetu artístico. No pasó una
infancia fácil, con varias estancias en institutos de menores y un conocimiento
de primera mano de la pobreza.
Su filmografía admite varias lecturas de contraposición. Una
primera etapa, hasta mediados de los 70, no sólo de calidad sino profusa. Una
segunda, en los últimos años, con filmes más espaciados y de larga producción.
También se puede pensar en su primer cine como marcado por el intimismo y el
blanco y negro (Crónica de un niño solo, por ejemplo); y en sus siguientes
películas como una explosión de colores y vivacidad (Juan Moreira, un clásico).
También fue actor. Desde ese lugar empezó a forjar su
vínculo con el cine y estrechó la mano de su principal padrino, Leopoldo Torre
Nilsson, con quien filmó películas como La mano en la trampa, El Secuestrador.
La relación con el prolífico cineasta era, como casi todo lo que emprendía,
pasional: Graciela Borges contó alguna vez que en el rodaje de Fin de Fiesta se
agarró "a piñas" con Favio porque le dijo que no le gustaba una
película de Torre Nilsson.
Su principal hito en la pantalla grande fue Nazareno Cruz y
el lobo, un fenómeno irrepetible de taquilla que convocó a casi 3 millones y
medio de personas en los cines. Pero antes y después realizó películas (Crónica
de un niño solo, El romance del Aniceto y la Francisca, Juan Moreira, Gatica)
que dejaron huella en posteriores generaciones de cineastas.
Como Soñar, soñar, por ejemplo, que fue estrenada poco antes
del golpe de Estado de 1976 y duró pocos días en cartel por su contenido
político. Luego llegó el exilio.
Es que su cara política tuvo alta exposición con el
peronismo, pasión que volcó en su documental Perón, sinfonía del sentimiento.
Fue un artista militante y se enojaba con lo que él mismo definía como
"disfrazados de peronistas". Su voz quedó adherida para siempre a ese
preámbulo de la violencia política en la Argentina que fue la masacre de
Ezeiza. Favio era el animador oficial de la trunca recepción a Juan Domingo
Perón en junio de 1973.
Su nombre quedó grabado también en la música popular. Pero
con la música tenía una relación basada en el agradecimiento respetuoso.
"Me permitió vivir con dignidad", sostuvo en una entrevista. Tuvo
hits como "Ella ya me olvidó" y "O quizás simplemente le regale
una rosa". Y con "Fuiste mía un verano", con sus versos "Cada
piba que pase / con un libro en la mano / me traerá tu nombre / como en aquel
verano" entró definitivamente al cancionero argentino.
En agosto de este año, a pesar del agravamiento de su salud,
tuvo una última luz pública cuando la Cámara de Diputados le otorgó el Diploma
de Honor 'Presidente Néstor Kirchner' por "su trayectoria artística y sus
convicciones intransferibles".
Sus anteriores apariciones con cierta asiduidad se habían
dado durante el proceso producción de Aniceto, de 2007, su película final y
relectura en clave de ballet cinematográfico de un clásico propio de 1966. El
filme arrasó en los premios Cóndor de Plata. Sumó nueve, incluyendo los de
mejor filme y mejor director.
Su siguiente proyecto, demorado e inconcluso, iba a llamarse
"El mantel de hule". Como una definición de sí mismo, el título
partía de unas declaraciones suyas en las que se confesaba incapaz de contar
cómo se ponía una mesa en alguna mansión de la avenida Figueroa Alcorta. Pero
afirmaba que sí sabía narrar la mesa del mantel de hule.
05.11.2012 | Por Guillermo dos Santos Coelho
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