martes, 7 de agosto de 2012

ALEDO MELONI, 100 AÑOS.

Tema sugerido por ROLANDO. Muchas gracias..!!!
EL POETA ALEDO MELONI CUMPLIO 100 AÑOS
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Rolando, 1 de agosto 2012. Foro de Todotango.
Hoy cumple cien años el querido poeta Aledo Luis Meloni, y de sus reflexiones rescato lo afirmado en el día de ayer.

“Trepar a la montaña de los años no es gratuito, se paga con el dinero del DESPOJO“
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PAGINA 12 // CULTURA Y ESPECTACULOS.
Domingo, 5 de agosto de 2012
CULTURA › ALEDO LUIS MELONI, GRAN POETA Y COPLERO, CUMPLIO CIEN AÑOS

“Puedo contar lo que he vivido, pero no sé imaginar”


Nació en una estación ferroviaria bonaerense, pero en 1937 se radicó en el Chaco. Allí ejerció la docencia durante 25 años y allí también ubicó su universo creativo. Es pícaro y autocrítico: “El escritor escribe mucho, pero guarda menos; tiene que tener un canasto para tirar”.


 Por Silvina Friera
Desde Resistencia



 
 ALEDO MELONI 100 años.
                                                                    

En puntas de pie, camina descalzo el viento de Resistencia. Anda por la calle Don Bosco al 600, la cuadra del gran poeta y coplero de estos pagos, el ya centenario Aledo Luis Meloni, un sábado a la mañana. El sol flirtea con las nubes, pero no se decide. De a ratos aparece, de a ratos se esconde. Valentina, que lo cuida y acompaña hace más de veinte años, abre la puerta y pronto va en busca de don Aledo. “¡Miren cómo estoy!”, dice con la sonrisa ensanchando el marco de su rostro. Está en silla de ruedas. Pero mueve los pies rapidito a ras del parqué del living, como si quisiera ponerse de pie para recibir a sus invitadas. Sobre las piernas tiene un par de ejemplares de sus “libritos”. 
Abre uno y saca una hoja con la última copla que escribió a mano. Su letra es prolija, redonda, perfecta. 

“El amor crea la vida,/ 
y la vida, sucediendo,/ 
como una lenta suicida/ 
sola se va destruyendo.”

–¿Cómo es este asunto de cumplir cien años?
–Al que me dice “¡qué lindo que llegó a los cien años!”, le digo: el hombre no debe llegar a los cien; ochenta, ochenta y cinco sí. Aunque esté mentalmente como yo, espiritualmente hay soledad, porque uno es de otra época. Toda mi familia, mis nietos y bisnietos me quieren mucho, pero son de otra época. De mis amigos, no queda nadie. Yo soy como una espiga de maíz desgranada: soy solo y algún otro granito. La espiga está vacía. Y se siente... Yo soy de la generación del ’40; son setenta años que han pasado. La literatura actual no es mi literatura. Mi literatura no encaja con lo de ahora y la literatura de la juventud me cuesta disfrutarla más que entenderla, porque es otro el sentimiento, otra manera de expresar, otro lenguaje. Usted puede estar vivo y estar solo. Y a veces está como un hueso fuera de lugar. Pero así es la vida. Por eso digo que la vida, como una suicida, nos va destruyendo poco a poco.

–Pero usted suele recibir muchas visitas, también de escritores de Resistencia, ¿no?
–Sí, recibo a toda la gente y leo con gusto, a pesar de que es otra literatura, otro lenguaje. Todavía utilizo el canotier, ese sombrero de paja, ¿se acuerda? (risas). No, usted es demasiado joven. Imagínese lo viejo que soy... Mire si seré viejo que ahora con la computadora, el televisor y todo eso, me acuerdo cuando en mi casa de la provincia de Buenos Aires compraron el primer grafófono –como se decía entonces–, un aparato que tenía la bocina y un perrito. Y se compraba el disco de pasta y una cajita con púa. Yo era pupilo en una escuela de la estancia de Huetel, entre Bolívar y 25 de Mayo. ¡Y no me avisaron que habían comprado el grafófono! Que era el fonógrafo, pero le decían grafófono...
Como en éxtasis, la mirada de Aledo atesora el asombro de ese encuentro con la nueva tecnología que alguna vez fue el grafófono.
 “Es justo que ame la tierra/ 
como una madre se ama,/ 
si nací el uno de agosto/ 
día de la Pachamama.” 

No nació en Bolívar, el poeta y señor de la copla. Lo anotaron en ese lugar, que es otro cantar. Meloni hijo vino al mundo en la estación María Lucila de la línea ferroviaria que va de Puente Alsina hasta Carhué. Esa estación no existe más. Su padre –cuenta– era inspector de vía. Después dejó el ferrocarril y arrendó campos en Huetel. En Buenos Aires se recibió de maestro normal, pero le costó conseguir empleo. “De la cordillera de los Andes al océano Atlántico y de Jujuy a Tierra del Fuego, me da lo mismo; no tengo preferencias”, respondió Aledo cuando le preguntaron a dónde quería trabajar. Llegó a General Pinedo, en el interior del Chaco –entonces Territorio Nacional–, el 20 de julio de 1937, nombrado maestro en una escuela rural, a 17 kilómetros, en pleno monte. El cuello del poeta se estira repentinamente y señala con una curiosidad casi infantil en los ojos un objeto que ostenta una pequeña luz roja encendida. “Pero no me dijo que está grabando –le reprocha a Página/12 con un tono zumbón–. Ahora me voy a cuidar de lo que diga.”

–Entre los tantos poemas que escribió hay uno dedicado a Antonio Machado. ¿Qué significó el poeta español?
–Machado me enseñó a escribir, me enseñó lo que pudo (risas). Antes de leer a Machado, tiré todos los poemas de juventud. Y no me arrepiento. Machado me enseñó esa poesía simple, breve, que no llama la atención, pero es entradora como una llovizna. Especialmente la primera parte de la poesía de Machado, que es más íntima.

–¿Machado le enseñó también a escribir coplas?
–No, aunque Machado tiene algunas coplas. En realidad aprendí a escribir coplas de Victoria Pueyrredón, que murió hace unos años. Ella publicó un libro de coplas que cayó en mis manos de casualidad. Lo leí y dije: “¡Qué lindo!”, en cuatro versos se puede expresar un pensamiento total. Como no soy larguero en las expresiones, porque no tengo fluencia, la copla me viene bien. Tengo como quinientas coplas; algunas bien, otras regular y otras mejor descartarlas. Las descartables procuro tirarlas. El escritor escribe mucho, pero guarda menos; tiene que tener un canasto para tirar. Suelo decir que escribir un poema es como tirar al blanco: a veces emboca, a veces no. Cuando no emboca, el poema tiene que ir al canasto. Publiqué mi primer libro a los 52 años. No me arrepiento de lo que tiré. Me arrepiento, sí, de algunos versos que están en mis libros y que tendría que haberlos tirado.
La memoria del poeta, un templo que se construye línea a línea, es un milagro de ladrillo y argamasa. Recita sus coplitas sin acudir a las páginas de sus libros –casi una veintena de poemarios y uno de relatos, Tal cual–; atiende el llamado “del esposo de Ana María” –con quien chancea que el postre de kinotos lo guardó para el mediodía–; y pone al descubierto un rosario de anécdotas imperdibles. Desde septiembre de 2010, la escuela 1031 de Fontana lleva su nombre. Y tiene un busto de Meloni. “A cada uno que va a la escuela, le digo: ‘Lleven un martillo y tírenlo abajo’. Me hicieron peor de lo que soy –afirma–. Lo cómico fue que vino el escultor y me quería hacer el molde. Me tiró en el suelo y en eso llega mi hija, me ve tirado y grita: ‘¡Qué le han hecho a mi papá!’. Como no pudo con el molde, hizo el busto a ojo de buen cubero.” Después de tantas carcajadas, se reclina sobre el respaldo de la silla de ruedas y cierra los ojos unos instantes, como si buceara en el arcón de momentos desopilantes. 
“Tengo un amigo muy amigo que tiene 98 años, un gran abogado que ahora no recibe a nadie. Yo iba a verlo tres veces por semana. ‘¿Usted hace yoga?’, me preguntó. ‘Sí, hago yoga’, le dije. Pero desconfió. ‘¿Usted hace la vela?’. Entonces para demostrarle hice la vela. En eso se asomó la empleada. Cuando me vio, salió corriendo y empezó a gritar: ‘¡Doña Lolita, doña Lolita, a Aledo le agarró un ataque!’. Yo estaba como esas vacas que mueren de carbunco con las patas para arriba.” El episodio sucedió hace cuatro años. Hasta los 96, Aledo practicaba yoga.

“Yo escribí El trébol verde a la edad en que ningún escritor escribe un libro. Tenía 97 años –revela Aledo sin fanfarronear, simplemente como un dato extravagante de la realidad–. Lo escribí en el bar Zan-En.
 Y empiezo con un haiku que dice: ‘De muchas cosas/ se duele el corazón,/ menos de amar’. Le regalé el libro a una chica, que debía estar muy dolorida porque me dijo: ‘No es cierto lo que usted dice; es mentira’. Y le digo el último haiku de este libro, que viene muy bien: ‘No me hallo en la tierra:/ella es redonda/ yo soy cuadrado’.”

–¿Por qué fue adoptando la forma más breve del haiku respecto de la copla?
–Me fui achicando en la escritura. Leí algunos haikus y me gustaron por la brevedad; expresan un pensamiento y uno puede acercarse al acierto. Es lindo el librito porque es chiquito, es como una criaturita. Es para llevar en el bolsillo. Cuando está esperando que lo atienda un dentista o quiere pagar un impuesto, lo lleva en el bolsillo y lo lee.

–¿Sigue escribiendo?
–Sí, alguna copla como la que le di. Ahora recuerdo otra más que escribí hace poco: 
“Cualquiera puede escribir/ 
la copla más ingeniosa/ 
es cuestión de hallar la tinta/ 
con que se escriben las coplas”. 

Y tengo coplas para sonreír, todas decentes, pero no para publicar, para reír con los amigos.

–Hay mucha picardía en varias de sus coplas, ¿no?
–Es mi otro yo (risas). 
“El día que yo me muera/ 
más de uno se alegrará/ 
más de uno que anda debiéndome/ 
y no me quiere pagar.” 
Pero mi otro yo es simple, no soy tan pícaro. He tenido una vida simple, he sido maestro de campo, tuve un matrimonio simple y mi señora era muy de la casa; nosotros no éramos salidores.

–¿Recuerda el momento en que sintió que sería poeta?
–Comencé a escribir poesía cuando tenía 15, 16 años. Tenía ganas de expresarme, quería entrar al alma ajena, comunicarme a través de la poesía. La mejor manera de comunicarse es a través de la poesía, la música, especialmente la música, que es más entradora que la poesía. Y seguí, seguí... hasta que llegó Machado y me enseñó más o menos a entender lo que es la poesía. Tierra ceñida a mi costado, mi primer libro, es el único que le gustaba a mi señora, porque decía que ahí yo estaba en lo mío: el campo, los colonos, el viento norte. “Después te hiciste el literato”, me reprochaba. Claro, cambié un poco; con el tiempo dejé la rima, pero no el ritmo. El ritmo lo mantuve siempre. No tengo el oído para la poesía libre porque soy de la guardia vieja.

–¿Por qué mantuvo el ritmo sin la rima?
–Sin ritmo, no hay poesía. La poesía es música; si usted le saca la música a la poesía, pasa a ser prosa, aunque tal vez me equivoco. El pensamiento, el sentimiento, es lo que hace a la poesía. Pero si usted manifiesta un pensamiento o un sentimiento rítmicamente me parece que es mejor.
El timbre suena; es don Juan, el muchacho que lleva las cartas que Aledo redactó para un amigo de González Catán y otro de Buenos Aires. “Uno fue comisario en general Pinedo –recuerda–. Yo, director de escuela, fui a la comisaría con una nota para hacer un baile a beneficio de la cooperadora. Pero encontraron un detalle y no me autorizaron. Y me contó él que observó cuando me iba, me miró los labios y yo iba diciendo: ‘La puta que lo parió’.” 
No extraña su experiencia como maestro rural. Pero evoca con un dejo de nostalgia los tiempos en que fue corrector en dos diarios chaqueños: El Territorio y Norte. “Eramos todos muy amigos, había una amistad tan linda entre correctores y periodistas. Teníamos un jefe de taller que sacaba el diario a las once y media, pero cuando tenía algún entripado con la empresa, salía a las dos de la mañana. Cuando José estaba apurado, gritaba: ‘¡Originales, originales!’, mientras pedía los textos de los periodistas. Lindo es el trabajo cuando uno trabaja a gusto.” La casa de don Aledo se pone concurrida. Llega el escritor y periodista Rolando Cánepa junto con su mujer. 
“Puedo contar lo vivido, pero no sé imaginar”, confiesa el poeta que de un tiempo a esta parte crea sonidos con su quena. En el cuento “El secreto del viento” narra cómo al dejar su trabajo como corrector en Norte, a los 76 años, se compró una quena. Y cómo, sin darse por vencido, aprendió a soplar. “Ella, la quena, en mi soledad, más que un entretenimiento, se ha convertido en una compañía fiel, una amiga piadosa”, subraya hacia el final del relato.

–¿Qué leyó últimamente?
–Unos cuentos del uruguayo (Juan José) Morosoli, ¡qué hermosos! Los leí de un saque; hay dos cuentos que me gustaron, “Soledad” y “El viudo”. ¡Qué escritor de primera! Lástima que murió relativamente joven...

“Los puntos suspensivos son como el rastro de las ideas.” Es palabra de Aledo. 
“Revivo conversando con gente amiga; es una alegría que hayan venido”, agradece al pequeño auditorio que podría continuar escuchándolo durante horas. Antes de aceptar la sección fotográfica cerca de un helecho despampanante que tiene en el patio, el poeta elige despedirse con otra de sus certeras coplas: 

“La medida de mi suerte/
ha sido y es Dios mediante/ 
haber burlado a la muerte/
hasta este preciso instante”.




fuente: Página 12/ cultura y espectáculos.
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05-08-2012 | 11:31 hs. | 100 años de poesía

Aledo Meloni: “Mi literatura no es para exquisitos”


Aledo Meloni
Aledo Meloni
El poeta Aledo Meloni recita su última, preciosa copla, la que escribió hace pocos días, seguramente pensando en eso de cumplir cien años. Los festejó el miércoles pasado, con su familia y algunos amigos íntimos, un grupito de cien personas, según estimaba el lunes en su casa, en Resistencia, la ciudad donde, entre muchos homenajes, una escuela y un polideportivo llevan su nombre. Es que Meloni es un fenómeno extraño, algo que en la literatura contemporánea no se da: un poeta popular. Absolutamente lúcido, dulce para sonreír y para hablar, Aledo charló con Clarín sobre la vida, la muerte, los bisnietos, la poesía de los 40, la contemporánea, la escuela rural que dirigió 25 años, los nietos y, claro, sobre qué se siente cumplir cien años: “Se siente que uno ha vivido de más, ya le hablo en serio, no hay que vivir tanto”, dice.

–¿Por qué?


–Porque yo soy un solitario. Estoy rodeado de gente, pero todo lo que está a mi alrededor, ya no es de mi época. Yo soy, literariamente, de la generación del 40; pasaron 70 años, ha venido una literatura que no es la mía. A los 80, 85 años, vámonos: después empieza la soledad. Yo formé parte de un grupo grande de escritores, escultores, gente de la cultura, y no queda nadie. Soy como una espiga de maíz desgranada, quedamos uno o dos granos nomás, la espiga está vacía. Yo estoy rodeado de mi familia, que me quiere mucho, me atiende y todo, pero tienen otra vida: yo soy como una isla en un océano. No conozco el dolor de cabeza, ni el dolor de muela, a pesar de que tengo mi dentadura legítima, pero no sé si es un bien estar lúcido. A lo mejor el que no está así vive mejor que yo, porque no piensa. Yo me río con ustedes, pero cuando me reconcentro en mí mismo siento la angustia de la soledad, de estar fuera de lugar.


–Eso pese al amor, a los homenajes que le hacen todo el tiempo.


Bueno, sí, acá me hacen homenajes. Y ya dije una vez, el homenaje es como el incienso, si el incienso abunda, ahoga a uno, lo ahoga.


Pero los reportajes le gustan.


Sí. Y el que lo lee quizás encuentra alguna frase linda y entonces trasciende el propio espíritu al lector. Porque el escritor lo que quiere es, no como acto de soberbia, ¿qué va a tener soberbia uno a esta edad?; quiere que el espíritu que está en un poema, en mi caso en una copla, yo soy coplero, que es parte de mi alma y se trascienda a usted, que usted viva parte de mi propia alma.


–Hábleme de la copla.


–La copla son 4 versos, que encierran un pensamiento total, tiene emoción, tiene filosofía, tiene de todo. Yo tengo como 500 coplas, poemas ya no escribo, a mi edad las musas no me hacen caso: son jóvenes, no hacen buenas migas con los viejos.


–El libro de haikus “El trébol verde”, lo escribió a los 97.


–Yo soy decano de los poetas, porque no creo que muchos poetas llegaran a los 97 y segundo, porque no muchos poetas escribieron un libro a los 97. -¿Y cuál es el secreto de la copla? -Viene sola, yo no me senté nunca a escribir. Publiqué mi primer libro a los 52 años, es decir que no he sido un escritor-escritor, he sido maestro, he estado 25 años en el periodismo, he sido corrector de diarios 25 años. La literatura se dio como de añadidura, fue como un regalo de Dios, de la naturaleza. Porque yo he sido, más que nada, trabajador, de la educación y del periodismo.


–¿Qué diferencia encuentra entre escribir coplas o haikus?


–Haikus no escribo más, pero cuando no me había fracturado todavía la pierna, iba todos los días al café, era muy cafetero. Me reunía con gente, pero a veces no venía nadie, entonces en seis meses escribí los haikus y después que se publicaron no escribí más. La copla es un poco más amplia, el haiku es muy concentrado, le leo un haiku, por ejemplo le leo el último.


“Yo no me hallo en la tierra. Ella es redonda, yo soy cuadrado” .


–¿Y el primero?


–Dice: “De muchas cosas te duele el corazón, menos de amar” . Yo le regalé este libro a una muchacha, que andaría con algún problema de amor y me dijo: “No señor, eso no es cierto”–risas.


–De su trabajo en la escuela, ¿qué es lo que más recuerda?


–Yo llegué en el año 37 a una zona de acá a 300 kilómetros, monte, estuve un año y pico. Al año y medio me ascienden a director de una escuela que quedaba cerca, poblada por rusos alemanes, que habían venido de la zona de Entre Ríos. Abrí la escuela con 34 chicos, de los cuales 30 no sabían hablar castellano. Lo que guardo de mi época de maestro rural es el amor de los chicos, esos chicos humildes, a los cuales les enseñé a hablar primero y estuve casi 20 años con ellos. También santiagueñitos, que venían del monte, cortadores de algodón. Uno que ha pasado 20 años entre ellos, sufriendo el viento norte, la sequía, porque era un lugar muy inhóspito. Y se vuelve a encontrar con ellos, abuelos ya, que vienen, lo abrazan, porque se acuerdan, a pesar de que yo era un maestro bastante duro y muy exigente. Y usted dice, “no trabajé en vano”, porque el amor, el reconocimiento de estos chicos, que ahora son abuelos, significa que uno… yo entregué todo. En 25 años no hice una huelga, en 25 años hice una sola licencia de 10 días porque nació mi hijo en Corrientes y tuve que ir. En la colonia fui partero de mi cuarta hija, que yo lo cuento acá, le voy a dar un librito (se refiere a su Tal cual ), donde yo relato eso. Bueno, toda esa vida, intensa, está en uno y dice, bueno, es lo más fructífero que yo hice en mi vida. Después yo trabajé 2 años fichando La Prensa, 25 años corrigiendo errores en los diarios, pero trabajé por el sueldo; y en el campo trabajé por el sueldo, pero también trabajé por el amor a los niños. Para mejorar a esos chicos humildes, de gente trabajadora, de gente muy respetuosa, muy humilde, que labraban la tierra, sufrían la sequía, sufrían la langosta. Yo veía lo que sufrían, y en cierto modo sufría también, hice una vida con ellos, consustanciado con ellos, eso se lleva para siempre dentro de uno. – 
Cuando se puso a escribir todo esto le habrá salido.

–Desde los 15, 16 años, escribía. En el año 39, 40, conocí la literatura de Antonio Machado, el español y él me enseñó lo que yo pude aprender a escribir. Todo lo anterior a ese conocimiento, machadiano podríamos decir, yo lo tiré. Entonces, cuando vengo del campo a la ciudad, en el año 56, yo solo traigo 25, 30 poemas, del campo, que formaron el primer libro Tierra ceñida a mi costado . Era el único libro que le gustaba a mi señora, porque decía, “en ese libro reflejás lo que fue el campo, los colonos, el viento norte, la sequía”, era una vida muy sacrificada.


-Suena duro.


-Es que la vida fue dura. Pero le digo lo siguiente: el hombre se acostumbra a lo bueno y a lo malo igual. Especialmente cuando uno es joven no hay nada malo y, cuando es viejo, pocas cosas son buenas.


-¿Y qué es lo bueno cuando uno es viejo?


-Y, el cariño de los bisnietos, yo tengo 20 bisnietos, 9 nietos. Yo soy de la provincia de Buenos Aires, de una estancia que quedaba cerca de Bolívar; mi papá murió a los 38 años y éramos 9 hermanos.


-¿Y qué hizo su mamá?


-Teníamos una chacra, trabajábamos todos, yo fui boyero –cuidador de caballos– a los 7 años. Nosotros estuvimos ahí muchos años, después ya salimos, mis hermanos trabajaron en los ferrocarriles, yo estudié con los padres salesianos. Una escuela agrícola, dotada de todo. Yo fui alumno cuando se abrió la escuela, en el año 1925, hace unos 5 o 6 años fui a la escuela, después de 70 años. ¿Sabés cuántos éramos los que estábamos ahí de los que habíamos estado cuando se abrió la escuela en Octubre de 1925? Uno solo.


-Usted.


-Sí.


-¿Era lindo ser pupilo en una escuela así?


-Sí, porque trabajábamos, a la mañana enseñaban a leer y escribir, todo eso, a la tarde trabajábamos la tierra. Arábamos, sembrábamos, teníamos quinta, muy lindo era.


-Usted tiene un montón de oficios.


-Yo era boyerito, sabía andar a caballo todo el día. En la escuela repartían: algunos iban a trabajar en la arada, para acompañar a los que manejaban el arado, otros a cosechar la alfalfa, repartían los trabajos.


-Sus libros ahora se leen en los colegios.


-Sí, algunos los llevan. Lo que pasa es que tengo una literatura que no es para exquisitos, sino que es literatura para clase media intelectual podríamos decir. Acá hay mejores poetas que yo, desde luego, pero mi literatura entró por eso, es sencilla, breve. Le leo una poesía, de Tierra ceñida a mí costado , 
“Luna” se llama.

“ Como una bruñida moneda de plata, 
encima del monte, la luna se asoma. 
Mis ojos se vuelven serenos y puros, 
mirando extasiados su piel luminosa. 
Un ángel de nieve sostiene la luna, 
como un celebrante sostiene la forma. 
Comulga alma mía, porque estás en gracia, 
la noche es el templo, la luna es la hostia”.
 
fuente: lt10.digital
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2 comentarios:

  1. Querido ALEDO….¡Viejo lindo!
    Gracias GRACIELA por traer aquí sus vivencias. En esta semana que partieron dos queridos amigos a volar en otros cielos, uno comprende a cabalidad lo que derrama el poeta en cada frase de sus dichos.
    Es verdad, somos una mazorca a quien la vida la va desgranando de apoco, hasta ser solo un marlo pelado.
    Besos

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  2. ROLANDO
    No había visto este comentario. Aún no estoy práctica con el blog, así que te pido disculpas por no responder.
    Aledo Meloni, es sin duda un ser especial, y su vida, sin bien sencilla como él mismo dice, es un ejemplo,trabajando desde muy chico, luego toda su vida de maestro, en lugares inhóspitos, como muchas veces hemos rendido homenaje a los maestros rurales, anónimos,maravillosos, que dan todo por amor a los niños. Luego periodista, escritor y dedicado siempre a la gente. Y hoy, a su edad, puede recibir la gratificación de ver a esos niños, abuelos...
    Será un marlo pelado, con un granito o dos... pero ha vivido una vida fructífera.
    Gracias a vos por hacérmelo conocer.
    Besos.


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